Hoy, como ayer, las comunicaciones y la movilidad son esenciales en la configuración de los paisajes, entendidos como creaciones culturales. Desde sus inicios, las carreteras han permitido la circulación de personas y mercancías conectando territorios y asentamientos urbanos. Estas infraestructuras han permitido potenciar el enriquecimiento de sus poblaciones, tanto a nivel económico, como social y cultural.
La construcción de este sistema de comunicaciones romano se hizo sobre tramos de rutas preexistentes, pero supuso, por primera vez la creación de una red organizada, jerarquizada y de amplio alcance geográfico. El Imperio Romano, como primer gran estado paneuropeo, fue la primera institución que se encontró con la necesidad de diseñar y construir calzadas a lo largo de todo su imperio llegando a crear una red de más de 300.000 kilometros de vías. Esta inmensa red, conectaba de forma capilar su capital, Roma, con el resto de sus territorios, desde las grandes urbes hasta los pequeños pueblos y villas.
Roma utilizó sus conocimientos en ingeniería para proyectar y construir los sistemas de comunicación más avanzados y complejos que se habían visto hasta entonces. Las infraestructuras romanas tenían muchos propósitos, obviamente por un lado permitir la comunicación y el transporte de mercancías, pero también permitir la creación de un sistema de transporte postal muy eficiente y nunca visto hasta entonces en Europa, el Cursus Publicus. Finalmente, existía también una finalidad propagandística muy importante, las obras romanas debían demostrar en los territorios incorporados el poder de Roma, basado en su conocimiento tecnológico y en la perdurabilidad de sus construcciones. Por esta razón vías, puentes, túneles o acueductos romanos han perdurado hasta nuestros días.
Los ingenieros romanos escogieron selectivamente las rutas que debían seguir las vías romanas. Siempre se buscaban los trazados óptimos teniendo en cuenta las pendientes y otros condicionantes, con un nivel de precisión y exactitud, que aún hoy asombran por su optimización a los ingenieros modernos. Los miles de kilómetros construidos siguieron una escrupulosa técnica de construcción que permitió su conservación durante centurias y un remarcable impacto en el paisaje, ordenando parcelarios agrícolas hasta la actualidad en multitud de territorios europeos.
La configuración viaria de la Europa actual se asienta en parte, sin lugar a dudas en la primera red que Roma diseñó en este continente. Muchos de los pueblos y ciudades europeos mantienen una continuación en su ocupación desde época romana y muchos otros se crearon y crecieron en las intersecciones viarias que se construyeron para comunicar a las primeras.
Via Calma
El viaje en época romana, como en otras épocas antiguas, requería tiempo. Trayectos de pocos kilómetros necesitaban horas de viaje. El tránsito lento, permitía la observación del paisaje, la revalorización ecológica, la dialéctica entre los que conformaban el séquito de viaje, la reflexión. Era, además, una forma de viajar sostenible y amable con el territorio. Los viajeros generaban dinámicas positivas y beneficios a lo largo del trayecto y no sólo en los puntos de origen y destino. Estos viajes permitían el enriquecimiento personal mediante el contacto con la población local, con su cultura y su patrimonio, que ofrecía una perspectiva de las pequeñas diferencias entre territorios próximos y, además, también permitían la identificación de elementos comunes.
Iter Romanum pretende ofrecer una revisión moderna de la forma de viajar ‘antigua’. El viaje, la circulación, se entiende como un trayecto tranquilo, pacífico que debe permitir la reflexión y el disfrute de los territorios por donde se transita. Los viajeros, por lo tanto, podrán disfrutar con calma de elementos patrimoniales, culturales, gastronómicos y sociales vinculados a antiguas rutas romanas, todo ello desplazándose de forma ecológica y tranquila.
Las vías que Roma empezó a construir hace más de 2000 años y que, como hemos visto, permitió la conectividad de miles de personas que residían en áreas secundarias de la Europa antigua, permitirán en la actualidad revivir una forma de viajar y de vivir más cercana y respetuosa con la naturaleza.
Patrimonio & Ciudades
Pero además, Iter Romanum no sólo trata sobre las vías romanas. La importancia de esta Red se basa también en la riqueza patrimonial de todos sus socios a lo largo de sus vías de comunicación. Iter Romanum conecta a través de la red de calzadas romanas, singulares conjuntos monumentales de pasado romano. Estos yacimientos se crearon, crecieron y evolucionaron gracias a su conexión capilar con la red romana de vías que les permitió seguir las corrientes culturales, arquitectónicas y sociales que emanaban desde la capital, Roma, y desde las grandes ciudades de la época.
Cada uno de los distintos destinos se encontraba en época romana muy lejos de lo que se consideraba el epicentro del Imperio. Todos ellos, sin embargo, destacan por tener elementos definitorios comunes y diversas particularidades que los unen. Todos se beneficiaron y crecieron a partir de la creación de la red romana de calzadas. No sólo las grandes ciudades, si no también ciudades que se podrían considerar secundarias y/o periféricas, utilizaron las infraestructuras romanas para permitir el tránsito de ejércitos y personas, para transportar mercancías, para asentarse y consolidar el poder romano en el territorio. Pero además de este pasado común que nos retrotrae a todos los participantes a nuestros orígenes comunes, también encontramos particularidades en cada uno de los asentamientos que nos permiten explicar con especifidades diversos elementos de nuestro pasado romano. Desde el papel del ejército romano, su movimiento, su asentamiento en el territorio y todos los elementos que lo rodeaban hasta los beneficios de los enclaves comerciales, los vértices de comunicación y el desarrollo a partir del comercio, muchos otros elementos se explican en Iter Romanum e invitan a los ciudadanos europeos a viajar y visitar, a la manera antigua, cada uno de los destinos integrantes.